domingo, 26 de julio de 2015

Viaje a Brasil

Dejé la ciudad de Lima el día miércoles 11 de febrero de 2015. Casi a mitad de mes, casi a mitad del verano. Lima solía ser la de siempre, sin la relevancia que mis intereses prefieren, quizás por eso decidí que era hora de dejarla por un tiempo. Entonces emprendí el camino hacia un nuevo país, nuevas ciudades, quizás más atractivas, quizás menos, todo viaje es un misterio.

Boarding Pass, listo; equipaje, desde un día antes. Subí al aeroplano al promediar las doce del mediodía. Mi asiento fue el penúltimo izquierdo y en medio de recuerdo de anteriores viajes, lo primero en mi mente fue la incertidumbre o ansiedad al momento del despegue.

Afortunadamente el suceso fue de lo más placentero y único, a tal punto que pude mostrar una sonrisa, descartando totalmente mi acrofobia en aviones. La mayor parte del viaje me la pasé observando los maravillosos paisajes de América del Sur, específicamente Perú, Bolivia y Brasil. Desde arriba muchas cosas se ven mejor, aunque solo figurativamente, aunque sea solo una vez. Fue espectacular la vista de varias ciudades, regiones y países desde la ventana doble del avión.

Aterricé al promediar las diez de la noche: Aeroporto Internacional de São Paulo. Lo primero que vi fueron las favelas instaladas en los cerros, edificios altos en la periferia, infinidades de autopistas y lo que me alegró por un momento: Un Boeing de la línea Emirates -que vuela diariamente a los Emiratos Árabes Unidos- inexistente en Lima.

Aeropuerto un tanto confuso para determinar la ubicación de puntos de salida, tiendas comerciales y/o servicios higiénicos. Quizás yo exagero, pero tuve esa impresión aunque realmente no tenga relevancia, y la razón sea que yo era nuevo. Tenía información referida a un servicio de bus dentro del aeropuerto y que debía tomarlo para llegar a la terminal Tieté, pues en ésta debía tomar un ómnibus hacia Rio de Janeiro.

Tomé cerca de 20 o 30 minutos en encontrar tal terminal, pues para mí, las salidas eran confusas y varias veces caminé en círculos. De igual forma, compré el boleto hacia el destino. Costó cerca de 50 reales. Tuve que trotar para subir al bus, pues estaban próximos a salir.

El bus de ida hacia Tieté fue totalmente diferente a lo que se ve en Lima. Aire acondicionado, televisor con señal de cable, lunas polarizadas, baño y hasta dos pequeñas mesas para la comodidad del pasajero. El Corinthians estaba goleando a un equipo colombiano en su casa, perfecta impresión para mí. En el trayecto, de igual forma, autopistas de varios carriles, edificios del doble de tamaño de los que se ven en Lima, áreas verdes por doquier y un sombrío pensamiento de júbilo incrementaba a cada segundo.

Increíblemente no tenía hambre, sino sed. Busqué algún negocio que vendiera jugos propios del país, percatándome que casi todo estaba cerrado. Lo encontré, pedí un suco de cana, ácido, pero con el sabor dulzoso de la caña. Vaso grande a tan solo un real, me iba percatando que no todo era caro. Estuve inspeccionando el sitio, hasta encontrar el área de transporte. Casi todas las boleterías tenían como destino Río de Janeiro, en promedio 110 reales por persona. Perú está en todo, una boletería de la empresa Ormeño me hizo recordar mi país.

No pude conocer Sao Paulo en el primer día. El ómnibus salía a las 12:30, cerca de seis horas de viaje, así que ahorré en hotel. Este bus no era para mucha gente, conté tan solo 12, no tenía las mesas, pero sí lunas polarizadas. Yo no podía dormir, seguía encantado con lo que mis ojos estaban viendo. A pesar de eso, la situación y mis necesidades impidieron que pueda ver todo el trayecto. 

Capítulo 1, "Primer día" - Saul Eduardo Romero Angeles