El candidato por el que yo votaría no tendría que
ser una persona, siendo lo más objetivo posible tendría que ser una idea, un
conjunto de propuestas o movimiento cuyo arsenal de victoria sea combatir
directamente y de una vez por todas lo que nadie se ha atrevido arrancar de
raíz: los problemas sociales.
Contrario a lo que se puede pensar en un primer
momento es seguro decir que padecemos un gobierno que no es manejado por seres
humanos, sino por la existencia de un mal endémico que ha sabido posicionarse
como concepto político madre que empezó hace mucho y es respaldado en la
comodidad del hogar por millones de peruanos mediante el cotilleo y la
zalamería del aparato distractor por excelencia, el televisor.
El Perú está destruido socialmente, no existe
nación, no existe un compañerismo colectivo en aras de beneficiarnos a todos
mediante la unión y el trabajo honrado. Esto es perpetuo incluso desde antes de
nuestra supuesta emancipación y posterior complicada república, el sistema
actual no hace más que fortalecer esta problemática. Diversos autores y
experiencias extranjeras han señalado que solo la unión de los miembros hará de
este un mejor país.
Vamos a una problemática fácilmente visible: las
ciudades y pueblos son el reflejo innato de la situación en que un país se
encuentra. Es suficiente ver la precariedad de la mayoría de viviendas para
darse cuenta de la marcada desigualdad entre nacionales. Puedo ver cómo cada
persona ha hecho lo posible para obtener un espacio dentro del terreno que en
últimas instancias es de todos. Esto ha sido pieza fundamental para el
crecimiento del pensamiento peruano: un ser que está solo en el mundo y por
tanto él solo debe ser capaz de hacer lo posible para vivir. “No necesita de
nadie pues los otros también están solos y cada uno baila con su propio
pañuelo”.
El fracaso de las comunas se debe a la ligereza prestada por el ente
estatal en cuanto a vivienda y servicios básicos que necesariamente debe
regular si se quiere respetar el pacto social. Hemos visto intentos de solución
cortoplacista por parte de ciertos elementos gubernamentales como la
politiquería barata de dar víveres a cambio de votos, asfaltar unas cuantas
pistas, veredas, colocar luz y demás practicas absurdas que consideramos que no
solucionan nada, que más bien contribuyen al desfasado modelo del caudillismo,
sistema que a deshonra es el presente.
El segundo aspecto negativo que nos está condenando al fracaso es la
actitud peruana; se vota por el que va ganar, el más carismático, no importa
qué es lo que diga o cual sea su propuesta siempre y cuando tenga cara de bueno
(reflejo crítico de lo voluble que son algunos peruanos). Entonces hay cierta
concertación a favor del voto al ganador, que en algunos casos es tomado como
apuesta.
Se dice que un aspecto negativo es la cantidad de aspirantes a gobierno
y la crisis de los partidos políticos. No comparto la primera premisa porque
las decisiones electorales son propios del pueblo. Un pueblo correctamente
electoral marginaría aquellas propuestas y éstas irían poco a poco
desvaneciéndose. Los peruanos comprometidos con su país sabrían a quienes
elegir y los otros se caerían como naipes.
La gran mayoría de los ganadores de los últimos tiempos han tenido una
característica en común, la marcada palabra corrupción como miembro integrante
de su propuesta, existente tanto en campaña como en palacio, este es el
problema social por excelencia. Mientras el crecimiento económico es muy bien
recibido en las arcas estatales, ciertas piezas humanas han optado por satisfacer
sus propias necesidades, obviando toda responsabilidad y compromiso de su
designación. Desafortunadamente esta situación no se maneja aisladamente.
El problema de la corrupción en el Perú ya está presente en un gran número de
familias y ha sido adoptada mediante frases como “roba pero hace obra”. En términos sociales la corrupción nos compete a todos, es deber de todos evitar estos actos.
Vamos a un aspecto de fondo, yo no puedo ser
socialista, dentro de los preceptos que manejo incluyo el componente del error
ante el sentimiento de “seguir los ideales a toda costa”, que en algunos casos
se agrava mediante la propuesta radical. Lo que hago y seguiré haciendo es
difundir la necesidad de tener un gobierno con tintes progresistas e ideales
colectivos como respuesta al fracaso del componente ideológico ganador de las
últimas décadas. Este es el verdadero cambio que necesitamos. No me atrevo a
mencionar la necesidad de un socialist party como colectivo
opositor pues sería contraproducente. No me enfoco en el nombre que
tendría el partido o el gobierno por el cual votaría con completa seguridad
porque no es relevante. Un trabajador no es designado como tal por la palabra
sino por lo que hace.
El candidato por el que yo quiero votar por ahora
no existe, no me parece que estoy pidiendo demasiado ya que la estrategia
correcta de solución siempre debe ser proporcional al daño. Con el modelo
actual y acorde las características de la mayoría de políticos peruanos me
gustaría afirmar que todo lo presentado no serviría de nada si es que no
empezamos a ver un rechazo directo a las candidaturas tradicionales. Creo haber
resaltado la urgente necesidad de un pueblo movilizado hacia el bien colectivo
y no solo al personal, solo con esto dejaremos un futuro esperanzador para las
nuevas generaciones, dejar un terreno árido a costa de vivir bien no me parece
humano.
Saul Eduardo Romero Angeles