Dejé la ciudad de Lima el día miércoles
11 de febrero de 2015. Casi a mitad de mes, casi a mitad del verano. Lima solía
ser la de siempre, sin la relevancia que mis intereses prefieren, quizás por
eso decidí que era hora de dejarla por un tiempo. Entonces emprendí el camino
hacia un nuevo país, nuevas ciudades, quizás más atractivas, quizás menos, todo viaje es un misterio.
Boarding Pass, listo;
equipaje, desde un día antes. Subí al aeroplano al promediar las doce del
mediodía. Mi asiento fue el penúltimo izquierdo y en medio de recuerdo de
anteriores viajes, lo primero en mi mente fue la incertidumbre o ansiedad al
momento del despegue.
Afortunadamente el suceso fue
de lo más placentero y único, a tal punto que pude mostrar una sonrisa,
descartando totalmente mi acrofobia en aviones. La mayor parte del viaje me la
pasé observando los maravillosos paisajes de América del Sur, específicamente
Perú, Bolivia y Brasil. Desde arriba muchas cosas se ven mejor, aunque solo figurativamente, aunque sea solo una vez. Fue espectacular la vista de varias ciudades, regiones y países desde la
ventana doble del avión.
Aterricé al promediar las diez
de la noche: Aeroporto Internacional de São Paulo. Lo primero que vi
fueron las favelas instaladas en los cerros, edificios altos en la periferia,
infinidades de autopistas y lo que me alegró por un momento: Un Boeing de la
línea Emirates -que vuela diariamente a los Emiratos Árabes Unidos- inexistente
en Lima.
Aeropuerto un tanto confuso
para determinar la ubicación de puntos de salida, tiendas comerciales y/o
servicios higiénicos. Quizás yo exagero, pero tuve esa impresión aunque
realmente no tenga relevancia, y la razón sea que yo era nuevo. Tenía
información referida a un servicio de bus dentro del aeropuerto y que debía
tomarlo para llegar a la terminal Tieté,
pues en ésta debía tomar un ómnibus hacia
Rio de Janeiro.
Tomé cerca de 20 o 30 minutos
en encontrar tal terminal, pues para mí, las salidas eran confusas y varias
veces caminé en círculos. De igual forma, compré el boleto hacia el destino.
Costó cerca de 50 reales. Tuve que trotar para subir al bus, pues estaban
próximos a salir.
El bus de ida hacia Tieté fue totalmente diferente a lo que
se ve en Lima. Aire acondicionado, televisor con señal de cable, lunas
polarizadas, baño y hasta dos pequeñas mesas para la comodidad del pasajero. El
Corinthians estaba goleando a un equipo colombiano en su casa, perfecta
impresión para mí. En el trayecto, de igual forma, autopistas de varios
carriles, edificios del doble de tamaño de los que se ven en Lima, áreas verdes
por doquier y un sombrío pensamiento de júbilo incrementaba a cada segundo.
Increíblemente no tenía
hambre, sino sed. Busqué algún negocio que vendiera jugos propios del país, percatándome
que casi todo estaba cerrado. Lo encontré, pedí un suco de cana, ácido, pero con el sabor dulzoso de la caña. Vaso
grande a tan solo un real, me iba percatando que no todo era caro. Estuve
inspeccionando el sitio, hasta encontrar el área de transporte. Casi todas las
boleterías tenían como destino Río de Janeiro, en promedio 110 reales por
persona. Perú está en todo, una boletería de la empresa Ormeño me hizo recordar
mi país.
No pude conocer Sao Paulo en el primer día. El ómnibus salía a las 12:30, cerca de seis
horas de viaje, así que ahorré en hotel. Este bus no era para mucha gente,
conté tan solo 12, no tenía las mesas, pero sí lunas polarizadas. Yo no podía
dormir, seguía encantado con lo que mis ojos estaban viendo. A pesar de eso, la
situación y mis necesidades impidieron que pueda ver todo el trayecto.
Capítulo 1, "Primer día" - Saul Eduardo Romero Angeles
Capítulo 1, "Primer día" - Saul Eduardo Romero Angeles