domingo, 26 de junio de 2016

Campo abierto

Ayer fue un día agradable. Comenzó bien temprano en la mañana, había despertado sin el malestar de días pasados, desayuné lo de siempre, esta vez comí despacio pues no tenía el apuro de todos los días. No recuerdo los detalles pues esto en realidad sucedió hace algunos años. 

Como siempre, mi madre intervino casi principalmente en este capítulo de recuerdos personales. Poco después de reintegrarme a esta aceptada-realidad, pude comprender que era un día distinto, creo que eso recuerdo. Eran días de invierno, un frío invierno del cual la lluvia ya se acentuaba desde temprano. 

La pequeña habitación en la cual reposaba mi estancia, algunos pensamientos y otros grandes sueños mostraba ahora una clara semejanza a un campo abierto. Había estando antes en alguno, pero nunca de esa forma. No pasó mucho tiempo entre lo que inevitablemente seguía en mi cabeza y lo que procesaba mi sentido de observación.

Naturalmente el tiempo avanzaba, necesitaba salir de la casa y preparar una agenda de cosas para el día, o al menos salir de cama. En realidad, ese proceso no duró mucho. Hubiera querido seguir más tiempo reflexionando o al menos tener ese tiempo, pero había responsabilidades que cumplir.

La casa se sentía muy vacía, el reloj daba las seis de la mañana, la calle se veía aún más sola y limpia, evitaba la costumbre. Mi padre se mostraba desde esa hora atento al computador y a sus trabajos de profesión, la conexión teléfono-pc se extendía por todo el ancho de la sala, uno tenía que evitar golpear estos cables. El sonido de la radio se escuchaba en toda la casa, mi madre no me llamó pero decidí ir a la cocina. 

La habitación era muy blanca, creo que recién habían terminado de pintar, eso parecía. Mi madre se mostraba muy alegre al verme cerca, a pesar de no darme alguna tarea del hogar. Hace poco había empezado a usar anteojos, el vapor de la leche caliente ahumaba las lunas, casi siempre tenía que aclararlas. Al término de esa taza, llegaba el desayuno.

Por esos días mis padres habían decidido contratar un servicio de transporte escolar, era una antigua van Toyota de color rojo. Tal vez era mi primer día, nunca antes había estado en un vehículo así. El lugar en donde decidí permanecer no es relevante, ni tampoco lo es lo que haya ocurrido en el camino.

sábado, 26 de diciembre de 2015

¿Por quién votar? Algunas observaciones

El candidato por el que yo votaría no tendría que ser una persona, siendo lo más objetivo posible tendría que ser una idea, un conjunto de propuestas o movimiento cuyo arsenal de victoria sea combatir directamente y de una vez por todas lo que nadie se ha atrevido arrancar de raíz: los problemas sociales.  

Contrario a lo que se puede pensar en un primer momento es seguro decir que padecemos un gobierno que no es manejado por seres humanos, sino por la existencia de un mal endémico que ha sabido posicionarse como concepto político madre que empezó hace mucho y es respaldado en la comodidad del hogar por millones de peruanos mediante el cotilleo y la zalamería del aparato distractor por excelencia, el televisor.

El Perú está destruido socialmente, no existe nación, no existe un compañerismo colectivo en aras de beneficiarnos a todos mediante la unión y el trabajo honrado. Esto es perpetuo incluso desde antes de nuestra supuesta emancipación y posterior complicada república, el sistema actual no hace más que fortalecer esta problemática. Diversos autores y experiencias extranjeras han señalado que solo la unión de los miembros hará de este un mejor país.

Vamos a una problemática fácilmente visible: las ciudades y pueblos son el reflejo innato de la situación en que un país se encuentra. Es suficiente ver la precariedad de la mayoría de viviendas para darse cuenta de la marcada desigualdad entre nacionales. Puedo ver cómo cada persona ha hecho lo posible para obtener un espacio dentro del terreno que en últimas instancias es de todos. Esto ha sido pieza fundamental para el crecimiento del pensamiento peruano: un ser que está solo en el mundo y por tanto él solo debe ser capaz de hacer lo posible para vivir. “No necesita de nadie pues los otros también están solos y cada uno baila con su propio pañuelo”.

El fracaso de las comunas se debe a la ligereza prestada por el ente estatal en cuanto a vivienda y servicios básicos que necesariamente debe regular si se quiere respetar el pacto social. Hemos visto intentos de solución cortoplacista por parte de ciertos elementos gubernamentales como la politiquería barata de dar víveres a cambio de votos, asfaltar unas cuantas pistas, veredas, colocar luz y demás practicas absurdas que consideramos que no solucionan nada, que más bien contribuyen al desfasado modelo del caudillismo, sistema que a deshonra es el presente.

El segundo aspecto negativo que nos está condenando al fracaso es la actitud peruana; se vota por el que va ganar, el más carismático, no importa qué es lo que diga o cual sea su propuesta siempre y cuando tenga cara de bueno (reflejo crítico de lo voluble que son algunos peruanos). Entonces hay cierta concertación a favor del voto al ganador, que en algunos casos es tomado como apuesta. 

Se dice que un aspecto negativo es la cantidad de aspirantes a gobierno y la crisis de los partidos políticos. No comparto la primera premisa porque las decisiones electorales son propios del pueblo. Un pueblo correctamente electoral marginaría aquellas propuestas y éstas irían poco a poco desvaneciéndose. Los peruanos comprometidos con su país sabrían a quienes elegir y los otros se caerían como naipes. 

La gran mayoría de los ganadores de los últimos tiempos han tenido una característica en común, la marcada palabra corrupción como miembro integrante de su propuesta, existente tanto en campaña como en palacio, este es el problema social por excelencia. Mientras el crecimiento económico es muy bien recibido en las arcas estatales, ciertas piezas humanas han optado por satisfacer sus propias necesidades, obviando toda responsabilidad y compromiso de su designación. Desafortunadamente esta situación no se maneja aisladamente. El problema de la corrupción en el Perú ya está presente en un gran número de familias y ha sido adoptada mediante frases como “roba pero hace obra”. En términos sociales la corrupción nos compete a todos, es deber de todos evitar estos actos.

Vamos a un aspecto de fondo, yo no puedo ser socialista, dentro de los preceptos que manejo incluyo el componente del error ante el sentimiento de “seguir los ideales a toda costa”, que en algunos casos se agrava mediante la propuesta radical. Lo que hago y seguiré haciendo es difundir la necesidad de tener un gobierno con tintes progresistas e ideales colectivos como respuesta al fracaso del componente ideológico ganador de las últimas décadas. Este es el verdadero cambio que necesitamos. No me atrevo a mencionar la necesidad de un socialist party como colectivo opositor pues sería contraproducente. No me enfoco en el nombre que tendría el partido o el gobierno por el cual votaría con completa seguridad porque no es relevante. Un trabajador no es designado como tal por la palabra sino por lo que hace. 

El candidato por el que yo quiero votar por ahora no existe, no me parece que estoy pidiendo demasiado ya que la estrategia correcta de solución siempre debe ser proporcional al daño. Con el modelo actual y acorde las características de la mayoría de políticos peruanos me gustaría afirmar que todo lo presentado no serviría de nada si es que no empezamos a ver un rechazo directo a las candidaturas tradicionales. Creo haber resaltado la urgente necesidad de un pueblo movilizado hacia el bien colectivo y no solo al personal, solo con esto dejaremos un futuro esperanzador para las nuevas generaciones, dejar un terreno árido a costa de vivir bien no me parece humano.

Saul Eduardo Romero Angeles


viernes, 27 de noviembre de 2015

Viaje a Brasil

Me gusta calcular el tiempo que duermo, desperté a eso de las seis de la mañana, dormí unas cinco horas, nada mal para un viaje. Quise ir al baño, pero varias personas estaban yendo así que desistí. Seguía casi hipnotizado por la vista panorámica de la ventana, estábamos en la famosa avenida Brasil, muy parecida a la Panamericana limeña, aunque aquí la crudeza era más cercana a la autopista y las edificaciones eran mucho más en cantidad.

Las fotos que tomé salieron borrosas, no sé si estaba más concentrado en lo que vi que en la cámara. Mi padre dormía a lo “seco”, nada lo despertó. Después, llegamos a un autoservicio, habíamos hecho ya cerca de cinco paradas. Bajé, compré un suco, unas papas y regresé lo más pronto posible, algo inocente de mi parte. Logramos terminar el viaje a eso de las ocho de la mañana, el sol ya se veía radiante, “espero que no sea un inferno” pensé. Cuando salimos del bus, el bochorno era amenazador, recordé mi viaje a San Andrés. Afortunadamente, estábamos dentro de la terminal, así que permanecimos frescos. Teníamos que dejar las maletas, encontramos un lugar donde hacerlo, como estábamos en un viaje internacional yo empecé a hablar en inglés y la persona que atendía me dijo que no me entendía nada, así que regresé al español. La tarifa se medía por el peso del equipaje, por ejemplo hasta cinco kilos el monto era de diez reales.

Como ya había averiguado, transportarse en taxi resulta demasiado caro así que preguntando averiguamos que frente a esta estación está el terminal de buses de transporte público Padre Henrique Otte, así que nos dirigimos ahí. Habíamos pensado ir primero al centro de la ciudad, pero priorizamos en el hotel. El precio del transporte era algo de tres reales con cincuenta, algo caro para el peruano pero como era la única opción no lo cuestionamos. El cobro del pasaje es realizado manualmente por un trabajador presente en cada bus, hay una tranquera que divide el ingreso. Estos ómnibus son todos Mercedes Benz, tienen aire acondicionado, diseñado para pocas personas; con lo poco hacer mucho, idea que parecen seguir.

Poco a poco el paisaje era más acomodado, pues ambos terminales estaban cerca de unas favelas. La bahía en Flamengo y Botafogo, un lujo. Bajamos del bus en la Rua Barata Ribeiro, la primera foto que tomé es un buen recuerdo. Entonces buscamos hoteles, pensamos que sería fácil, pero terminó siendo algo problemático. Tomamos algo de cuatro horas en encontrar uno cerca de la playa. Este hotel estaba algo descuidado, pero debido al cansancio tuvimos que aceptarlo. Nos registramos, dejamos las cosas y salimos a pasear.

Era cerca de las tres de la tarde así que fuimos en busca de almuerzo. Las calles son una maravilla, espaciosas y arborizadas, el tránsito pesado es prácticamente inexistente en esta parte de la ciudad. No habíamos ni desayunado así que nos llamó la atención un café en las intersecciones de la R. Paula Freitas y la Av. Nossa Sra. de Copacabana. Pedimos un Pão de queijo, salgado y unos sucos. Distintamente primero se consume y luego se paga, así que estuvimos cómodos.

A partir de aquí no hay mucho que agregar, estuvimos paseando como típicos turistas en una nueva ciudad, las calles son muy parecidas entre sí, aspecto positivo en cuanto a urbanismo. Luego, compramos algunos alimentos y bebidasJamás pensé en quedarme en el hotel, llegó la noche y salimos a pasear de nuevo. Tal como lo imaginábamos, en la noche hubo más gente. Pienso que es una ciudad que está lo suficientemente en actividad, incluso de noche vi una cantidad considerable de personas haciendo jogging y manejando bicicleta.

Capítulo 2, Segundo día
Saul Eduardo Romero Angeles


viernes, 13 de noviembre de 2015

Tómate doscientos cuarenta selfies

No hace mucho tiempo escuché este término, no debe haber sido más de dos o tres años, no importa. La idea de querer registrar momentos y la posibilidad de hacerlo mediante una cámara tampoco es nueva. No quiero que se piense que mi propuesta es imperativa sobre este –no tan nuevo- fenómeno social llamado selfie, el espacio aquí presentado es más bien para encontrar o presentar razones que expliquen si este concepto debe ser o no aceptado socialmente, hasta qué punto es útil y si contribuye o no, como algunos dicen, con la cada vez más profunda estupidez humana tras el presente auge de la tecnología.

La mayoría de veces, cuando se presiona el botón de la cámara o pantalla, la intención es recordar un momento alegre, puede ser una celebración, el viaje a un lugar turístico, una cena familiar, entre otras. Esto me parece sumamente adecuado y valorativo, ya que en tiempos actuales, la felicidad se ve opacada por el estrés y el trabajo. Una muy buena forma de verse a sí mismo en una situación placentera puede ayudar a mitigar la problemática vida social personal.

En cuanto a la fotografía “normal” no se evidencia problema alguno; sin embargo, cuando se ve mezclado con aspectos sociales como el egocentrismo, el debate toma una posición principal. Sin perjuicio de considerar necesario el recuerdo de pasajes personales mediante el uso de la cámara, es importante señalar ciertas características que se manejan en pro de la defensa del autorretrato digital.

Primero, este comportamiento es sencillo. La vida diaria puede dividirse en dos estadios: en el trabajo y después de; como empleado y como ciudadano. En la mañana, al salir de casa, muchas personas están conectadas con el mundo mediante sus teléfonos. Basta verificar solapadamente los buses de transporte público, taxis o vehículos particulares. Estos teléfonos cuentan con una cámara con opciones básicas para efectuar el producto.

Segundo, refuerza la postura que presenta a la fotografía como uno de los mejores métodos para recordar eventos personales. Esto es equiparable al modo clásico de fotografiar. Apoyo esta razón en la medida que una fotografía es a la vez, un documento, un registro visual de elementos relacionados a la persona, más aún cuando el yo aparece en este recuadro. En muchas ocasiones la visualización de estos gráficos han ayudadoa que recuerde, no creo ser el único que le haya encontrado esta función .

Tercero, se dice que es una fuente de alegría. No comparto completamente esto, cito a la propuesta subjetiva de Locke: “Los hombres olvidan siempre que la felicidad humana es una disposición de la mente y no una condición de las circunstancias”. No hay más que agregar, es claro que la actitud es la base de la disposición personal para relacionarse con los demás. Apoyo el concepto de fuente de alegría en la medida que el ser haya interrelacionado el mundo exterior con su pensamiento, haya decidido estar feliz y como consecuencia final acuerde inmortalizar el momento mediante una captura.

Probablemente esté obviando otros fundamentos a favor. Lo que sí considero necesario a partir de aquí es dar cabida al aspecto sociológico, representado funcionalmente con el concepto antes mencionado, el egocentrismo.

¿Cuándo podemos considerar a la moda del “selfie” como problemático? ¿Qué tan necesario es publicar una imagen del rostro personal en internet? Entendiendo que será visto por contactos, personas que ya conocen el físico del sujeto que publica. Estas cuestiones hacen retrotraer el tema al figuretismo tecnológico y presentar a otro amigo problemático, la aceptación del individuo mediante likes. No vamos a detenernos tan profundamente sobre esto último, por más que esté íntegramente relacionado, será motivo de otros comentarios.

En aspectos generales, el individuo siempre buscará ser aceptado en la comunidad. Esto no es una característica nueva, es más bien originaria. Ahora, el pase a la era digital ha traído un uso equivocado de Internet. Los jóvenes, en sus momentos de preparación para la edad adulta serían los más frecuentes a publicar selfies en redes sociales. El problema surge cuando el ser maneja el autorretrato como excusa para obtener la aprobación de sus colegas, que puede ser apoyado con frases positivas y amplias sobre diversos conceptos como la superación personal. Pues la primera posibilidad es que no logre el ansiado propósito.

No niego las formas de actuar, requiero el uso razonable de los mismos. Hablar de algo como necesario implica una finalidad última. No encuentro otra que no sea la búsqueda de atención, amparado con la alegría ilusoria tras cada like.

Si la clave consistiría en prohibir actos per se, estaríamos involucionando, ya no estamos para eso. La libertad es parte del concepto fundamental de dirección en cuanto al orden social, es un valor que da más para el bien que para el mal, debe ser el blasón que dirija la conducta humana, desde luego reforzado con el filtro de la responsabilidad. 


domingo, 9 de agosto de 2015

Tim Curry, recordado por nuestra generación como el payaso Pennywise en It (1990) y especialmente por mí en la película navideña Home Alone 2, tiene actualmente 69 años. En 2012 sufrió un derrame cerebral que hasta ahora le afecta el habla. Hace poco lo recordaba como aquel alegre pero torpe empleado de hotel, hoy está en silla de ruedas. Como es natural, él no es el único que sufre la difícil situación de la vejez, pese a que su edad no es tan avanzada, su aspecto físico me entristece. La razón de esta publicación es señalar de alguna forma que muchos, por no decir todos los actores que marcaron nuestra infancia-adolescencia actualmente están lejos de ser las personas que vimos en los filmes.


domingo, 26 de julio de 2015

Viaje a Brasil

Dejé la ciudad de Lima el día miércoles 11 de febrero de 2015. Casi a mitad de mes, casi a mitad del verano. Lima solía ser la de siempre, sin la relevancia que mis intereses prefieren, quizás por eso decidí que era hora de dejarla por un tiempo. Entonces emprendí el camino hacia un nuevo país, nuevas ciudades, quizás más atractivas, quizás menos, todo viaje es un misterio.

Boarding Pass, listo; equipaje, desde un día antes. Subí al aeroplano al promediar las doce del mediodía. Mi asiento fue el penúltimo izquierdo y en medio de recuerdo de anteriores viajes, lo primero en mi mente fue la incertidumbre o ansiedad al momento del despegue.

Afortunadamente el suceso fue de lo más placentero y único, a tal punto que pude mostrar una sonrisa, descartando totalmente mi acrofobia en aviones. La mayor parte del viaje me la pasé observando los maravillosos paisajes de América del Sur, específicamente Perú, Bolivia y Brasil. Desde arriba muchas cosas se ven mejor, aunque solo figurativamente, aunque sea solo una vez. Fue espectacular la vista de varias ciudades, regiones y países desde la ventana doble del avión.

Aterricé al promediar las diez de la noche: Aeroporto Internacional de São Paulo. Lo primero que vi fueron las favelas instaladas en los cerros, edificios altos en la periferia, infinidades de autopistas y lo que me alegró por un momento: Un Boeing de la línea Emirates -que vuela diariamente a los Emiratos Árabes Unidos- inexistente en Lima.

Aeropuerto un tanto confuso para determinar la ubicación de puntos de salida, tiendas comerciales y/o servicios higiénicos. Quizás yo exagero, pero tuve esa impresión aunque realmente no tenga relevancia, y la razón sea que yo era nuevo. Tenía información referida a un servicio de bus dentro del aeropuerto y que debía tomarlo para llegar a la terminal Tieté, pues en ésta debía tomar un ómnibus hacia Rio de Janeiro.

Tomé cerca de 20 o 30 minutos en encontrar tal terminal, pues para mí, las salidas eran confusas y varias veces caminé en círculos. De igual forma, compré el boleto hacia el destino. Costó cerca de 50 reales. Tuve que trotar para subir al bus, pues estaban próximos a salir.

El bus de ida hacia Tieté fue totalmente diferente a lo que se ve en Lima. Aire acondicionado, televisor con señal de cable, lunas polarizadas, baño y hasta dos pequeñas mesas para la comodidad del pasajero. El Corinthians estaba goleando a un equipo colombiano en su casa, perfecta impresión para mí. En el trayecto, de igual forma, autopistas de varios carriles, edificios del doble de tamaño de los que se ven en Lima, áreas verdes por doquier y un sombrío pensamiento de júbilo incrementaba a cada segundo.

Increíblemente no tenía hambre, sino sed. Busqué algún negocio que vendiera jugos propios del país, percatándome que casi todo estaba cerrado. Lo encontré, pedí un suco de cana, ácido, pero con el sabor dulzoso de la caña. Vaso grande a tan solo un real, me iba percatando que no todo era caro. Estuve inspeccionando el sitio, hasta encontrar el área de transporte. Casi todas las boleterías tenían como destino Río de Janeiro, en promedio 110 reales por persona. Perú está en todo, una boletería de la empresa Ormeño me hizo recordar mi país.

No pude conocer Sao Paulo en el primer día. El ómnibus salía a las 12:30, cerca de seis horas de viaje, así que ahorré en hotel. Este bus no era para mucha gente, conté tan solo 12, no tenía las mesas, pero sí lunas polarizadas. Yo no podía dormir, seguía encantado con lo que mis ojos estaban viendo. A pesar de eso, la situación y mis necesidades impidieron que pueda ver todo el trayecto. 

Capítulo 1, "Primer día" - Saul Eduardo Romero Angeles



miércoles, 6 de mayo de 2015

Los hombres tienen una condición en común

Jean Paulo Sartre: "...Los hombres difieren entre sí como difieren sus respectivas situaciones; difieren también según la elección que hagan de su propia persona. Lo que todos tienen en común no es una naturaleza, sino una condición, es decir, un conjunto de límites y sujeciones: la necesidad de morir, de trabajar para vivir, de existir en un mundo habitado ya por otros hombres. Y esta condición no es en el fondo sino la situación humana fundamental o, si se prefiere, el conjunto de caracteres abstractos comunes a todas las situaciones".

Colegio Abierto de Filosofía