viernes, 27 de noviembre de 2015

Viaje a Brasil

Me gusta calcular el tiempo que duermo, desperté a eso de las seis de la mañana, dormí unas cinco horas, nada mal para un viaje. Quise ir al baño, pero varias personas estaban yendo así que desistí. Seguía casi hipnotizado por la vista panorámica de la ventana, estábamos en la famosa avenida Brasil, muy parecida a la Panamericana limeña, aunque aquí la crudeza era más cercana a la autopista y las edificaciones eran mucho más en cantidad.

Las fotos que tomé salieron borrosas, no sé si estaba más concentrado en lo que vi que en la cámara. Mi padre dormía a lo “seco”, nada lo despertó. Después, llegamos a un autoservicio, habíamos hecho ya cerca de cinco paradas. Bajé, compré un suco, unas papas y regresé lo más pronto posible, algo inocente de mi parte. Logramos terminar el viaje a eso de las ocho de la mañana, el sol ya se veía radiante, “espero que no sea un inferno” pensé. Cuando salimos del bus, el bochorno era amenazador, recordé mi viaje a San Andrés. Afortunadamente, estábamos dentro de la terminal, así que permanecimos frescos. Teníamos que dejar las maletas, encontramos un lugar donde hacerlo, como estábamos en un viaje internacional yo empecé a hablar en inglés y la persona que atendía me dijo que no me entendía nada, así que regresé al español. La tarifa se medía por el peso del equipaje, por ejemplo hasta cinco kilos el monto era de diez reales.

Como ya había averiguado, transportarse en taxi resulta demasiado caro así que preguntando averiguamos que frente a esta estación está el terminal de buses de transporte público Padre Henrique Otte, así que nos dirigimos ahí. Habíamos pensado ir primero al centro de la ciudad, pero priorizamos en el hotel. El precio del transporte era algo de tres reales con cincuenta, algo caro para el peruano pero como era la única opción no lo cuestionamos. El cobro del pasaje es realizado manualmente por un trabajador presente en cada bus, hay una tranquera que divide el ingreso. Estos ómnibus son todos Mercedes Benz, tienen aire acondicionado, diseñado para pocas personas; con lo poco hacer mucho, idea que parecen seguir.

Poco a poco el paisaje era más acomodado, pues ambos terminales estaban cerca de unas favelas. La bahía en Flamengo y Botafogo, un lujo. Bajamos del bus en la Rua Barata Ribeiro, la primera foto que tomé es un buen recuerdo. Entonces buscamos hoteles, pensamos que sería fácil, pero terminó siendo algo problemático. Tomamos algo de cuatro horas en encontrar uno cerca de la playa. Este hotel estaba algo descuidado, pero debido al cansancio tuvimos que aceptarlo. Nos registramos, dejamos las cosas y salimos a pasear.

Era cerca de las tres de la tarde así que fuimos en busca de almuerzo. Las calles son una maravilla, espaciosas y arborizadas, el tránsito pesado es prácticamente inexistente en esta parte de la ciudad. No habíamos ni desayunado así que nos llamó la atención un café en las intersecciones de la R. Paula Freitas y la Av. Nossa Sra. de Copacabana. Pedimos un Pão de queijo, salgado y unos sucos. Distintamente primero se consume y luego se paga, así que estuvimos cómodos.

A partir de aquí no hay mucho que agregar, estuvimos paseando como típicos turistas en una nueva ciudad, las calles son muy parecidas entre sí, aspecto positivo en cuanto a urbanismo. Luego, compramos algunos alimentos y bebidasJamás pensé en quedarme en el hotel, llegó la noche y salimos a pasear de nuevo. Tal como lo imaginábamos, en la noche hubo más gente. Pienso que es una ciudad que está lo suficientemente en actividad, incluso de noche vi una cantidad considerable de personas haciendo jogging y manejando bicicleta.

Capítulo 2, Segundo día
Saul Eduardo Romero Angeles


viernes, 13 de noviembre de 2015

Tómate doscientos cuarenta selfies

No hace mucho tiempo escuché este término, no debe haber sido más de dos o tres años, no importa. La idea de querer registrar momentos y la posibilidad de hacerlo mediante una cámara tampoco es nueva. No quiero que se piense que mi propuesta es imperativa sobre este –no tan nuevo- fenómeno social llamado selfie, el espacio aquí presentado es más bien para encontrar o presentar razones que expliquen si este concepto debe ser o no aceptado socialmente, hasta qué punto es útil y si contribuye o no, como algunos dicen, con la cada vez más profunda estupidez humana tras el presente auge de la tecnología.

La mayoría de veces, cuando se presiona el botón de la cámara o pantalla, la intención es recordar un momento alegre, puede ser una celebración, el viaje a un lugar turístico, una cena familiar, entre otras. Esto me parece sumamente adecuado y valorativo, ya que en tiempos actuales, la felicidad se ve opacada por el estrés y el trabajo. Una muy buena forma de verse a sí mismo en una situación placentera puede ayudar a mitigar la problemática vida social personal.

En cuanto a la fotografía “normal” no se evidencia problema alguno; sin embargo, cuando se ve mezclado con aspectos sociales como el egocentrismo, el debate toma una posición principal. Sin perjuicio de considerar necesario el recuerdo de pasajes personales mediante el uso de la cámara, es importante señalar ciertas características que se manejan en pro de la defensa del autorretrato digital.

Primero, este comportamiento es sencillo. La vida diaria puede dividirse en dos estadios: en el trabajo y después de; como empleado y como ciudadano. En la mañana, al salir de casa, muchas personas están conectadas con el mundo mediante sus teléfonos. Basta verificar solapadamente los buses de transporte público, taxis o vehículos particulares. Estos teléfonos cuentan con una cámara con opciones básicas para efectuar el producto.

Segundo, refuerza la postura que presenta a la fotografía como uno de los mejores métodos para recordar eventos personales. Esto es equiparable al modo clásico de fotografiar. Apoyo esta razón en la medida que una fotografía es a la vez, un documento, un registro visual de elementos relacionados a la persona, más aún cuando el yo aparece en este recuadro. En muchas ocasiones la visualización de estos gráficos han ayudadoa que recuerde, no creo ser el único que le haya encontrado esta función .

Tercero, se dice que es una fuente de alegría. No comparto completamente esto, cito a la propuesta subjetiva de Locke: “Los hombres olvidan siempre que la felicidad humana es una disposición de la mente y no una condición de las circunstancias”. No hay más que agregar, es claro que la actitud es la base de la disposición personal para relacionarse con los demás. Apoyo el concepto de fuente de alegría en la medida que el ser haya interrelacionado el mundo exterior con su pensamiento, haya decidido estar feliz y como consecuencia final acuerde inmortalizar el momento mediante una captura.

Probablemente esté obviando otros fundamentos a favor. Lo que sí considero necesario a partir de aquí es dar cabida al aspecto sociológico, representado funcionalmente con el concepto antes mencionado, el egocentrismo.

¿Cuándo podemos considerar a la moda del “selfie” como problemático? ¿Qué tan necesario es publicar una imagen del rostro personal en internet? Entendiendo que será visto por contactos, personas que ya conocen el físico del sujeto que publica. Estas cuestiones hacen retrotraer el tema al figuretismo tecnológico y presentar a otro amigo problemático, la aceptación del individuo mediante likes. No vamos a detenernos tan profundamente sobre esto último, por más que esté íntegramente relacionado, será motivo de otros comentarios.

En aspectos generales, el individuo siempre buscará ser aceptado en la comunidad. Esto no es una característica nueva, es más bien originaria. Ahora, el pase a la era digital ha traído un uso equivocado de Internet. Los jóvenes, en sus momentos de preparación para la edad adulta serían los más frecuentes a publicar selfies en redes sociales. El problema surge cuando el ser maneja el autorretrato como excusa para obtener la aprobación de sus colegas, que puede ser apoyado con frases positivas y amplias sobre diversos conceptos como la superación personal. Pues la primera posibilidad es que no logre el ansiado propósito.

No niego las formas de actuar, requiero el uso razonable de los mismos. Hablar de algo como necesario implica una finalidad última. No encuentro otra que no sea la búsqueda de atención, amparado con la alegría ilusoria tras cada like.

Si la clave consistiría en prohibir actos per se, estaríamos involucionando, ya no estamos para eso. La libertad es parte del concepto fundamental de dirección en cuanto al orden social, es un valor que da más para el bien que para el mal, debe ser el blasón que dirija la conducta humana, desde luego reforzado con el filtro de la responsabilidad.